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Este es un blog educativo con consignas sobre Lengua y Literatura del Ipem nº 12. Administradora del blog: Profesora Mariana C.Valle. Docente de Lengua de nivel medio, profesora adscripta de la UNC, Doctoranda en Letras y escritora de textos infantiles. Contactos: arltiana@hotmail.com

miércoles, 2 de abril de 2014

Lecto-comprensión con novela infanto-juvenil ambientada en Córdoba

Una chica como todas, una chica como nadie… 

 La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. Rubén Darío: Sonatina. 



Ese día cumplía quince años y no estaba muy entusiasmada: No tenía amigos en el colegio.
Es más adivinaba sus burlas detrás de ella cuando entraba al curso. La miraban como si viniera de otro planeta. Lo que más les llamaba la atención eran sus ojos, sus ojos orientales. Cuando tenía ocho años, sus padres llegaron a Córdoba desde Corea del Sur para enfrentar el mal momento económico de su país. Con dinero prestado, armaron una tiendita de ropa en calle 9 de Julio.

 En un trágico desenlace del destino, unos ladrones armados vaciaron su local. El padre de Cheng quiso avisar a la policía y ello causó la furia del líder de los malhechores, lo que terminó con la vida de los papás de Cheng. Sentía un gran fastidio e incomodidad de estar en su lugar. Aunque atrás había quedado el terrible dolor de perder a sus padres y después a su abuela, no era del todo feliz. Tenía un hogar cálido y lleno de comodidades, pero algo le faltaba. Para todos los demás (no para su familia) era “la rara”. Sabía un idioma de un país muy lejano y sentía cierta felicidad de hablarlo, aunque sea, para sus adentros. Era como estar ligada a un pedazo de tierra que ya había abandonado, a seres queridos que se habían ido, pero todo eso estaba guardado muy profundo en su corazón.

 En clase de Ética, un alumno propuso una vez expulsar a las “tienditas de coreanos” del país, mientras la miraba con sorna y otro se burló de ella diciendo que sus ojos le recordaban a una película de terror japonesa. Sus padres biológicos la habían nombrado Cheng Lee, como su abuela, pero su padre adoptivo y sus hermanos le decían “Cheny”. Cheny, por lo demás, era una chica como todas las otras: con ganas de conocer amigos, de divertirse, en fin, con deseos de alcanzar la dicha. Pero algo le faltaba y eso la molestaba. Pasaba la tarde encerrada en su cuarto: leyendo, escuchando música, navegando en Internet. Todo eso terminaba por aburrirla, no la colmaba del todo. A veces salía a pasear por el barrio, esa actividad la tranquilizaba, le daba paz y armonía.

En uno de esos paseos conoció a alguien, ese alguien movilizo su vida. Lo primero que hizo fue enojarla, sí, pero no pasó desapercibido: Todo había empezado a cambiar…


Él: Un chico como todos, un chico como nadie… 


 Todo cambió, cuando te vi, de blanco y negro a color, me convertí y fue tan fácil, quererte tanto. Algo que no imaginaba. Fue expresarte mi amor, con una mirada. Todo Cambió de Camila. Él no se sentía “raro”, tal vez los otros pensaran que lo era, pero eso no le preocupaba.

Se había formado en la “escuela de la vida”, había soportado muchos momentos difíciles en sus cortos 15 años. Hace 10, había perdido a sus padres en un accidente de auto. Después vivió un tiempo en un hogar de huérfanos. Allí conoció a un gran amigo: Ezequiel, quien le ofreció dejar Bogotá para probar suerte en la Argentina, cuando tenía catorce años. Vivió un tiempo con Ezequiel y el tío de este, a quien le habían otorgado la patria potestad del muchacho.

 Pero después las cosas cambiaron, el tío se casó con una mujer que aceptaba de bastante mala gana a su sobrino y mucho menos a su amigo. Si algo le había molestado siempre era ser rechazado. Bastante ya tenía con el abandono (involuntario, si, pero abandono al fin) de sus padres. No estaba dispuesto a soportar los malos tratos de nadie y por eso se fue de la casa. Anduvo meses durmiendo en las plazas, donde conoció a muchos amigos que como el habían sido dejados de lado por “la sociedad”. Todos le decían “el colombianito” porque no podía disimular su tonada aunque cada vez se iba afianzando más a los modismos de los argentinos como el “voseo”. Su nombre real era Ernesto, pero en el orfanato le decían “Tomy” para diferenciarlo de un tocayo suyo y, al final, le quedó ese apodo. A Tomy le hacía feliz cantar, bailar rumba y cuarteto y mirar la noche estrellada dibujarse sobre la costanera, soñando despierto con las playas colombianas. Después de vagabundear y de aprender el duro oficio de dormir en casi cualquier lugar a la intemperie y de buscar comida en distintas instituciones y manos dispuestas a ofrecer caridad, se vio seducido por “la mala vida” y empezó a robar para “hacerse de unos pesos”. Esto le trajo serios problemas, por supuesto, tenia que huir de la policía, pero también de otros “malandras” de mayor experiencia que querían copar el “negocio del robo” en las áreas peatonales de Córdoba. Sabía que aquello era malo, pero en cierta forma pensaba que era una manera de compensar lo que el porvenir nunca le iba a dar. Subsistir en la calle es un oficio penoso, rudo y que requiere estar “siempre alerta”.

La primera vez que peleó con otro chico –quien paradójicamente le robo el mismo celular que el acababa de sacarle de la cartera a una mujer en la parada del colectivo- terminó con un una muela rota y un hilo de sangre que le caía, sin cesar, desde la boca hasta el pecho. Después se fue afianzando un poco más y ganó otros combates. Como tenia un buen carácter para comunicarse con los demás (llevaba una sonrisa franca a todos lados) lo pusieron a cargo de buscar mas gente para el negocio del delito que regenteaba un joven de veinticinco años. Eran unos cuantos muchachos que se protegían entre ellos, como una familia singular. A cambio, tenia apenas lo indispensable para vivir: una camita con un colchón agujereado por todas partes en una galería pequeña del centro de Córdoba y una platita para comprarse la comida cada día.

Tomy tenía el pelo castaño oscuro y los ojos color almendra. Un día salió a vender alfajores en la Plaza Colón, cuando le sucedió algo completamente inesperado y “mágico”, se diría después. Estaba en la esquina, descansando en un banco, cuando vio caminar hacia su dirección a una chica de pelo largo y lacio color negro, con la piel muy blanca y unos ojos iluminados como soles. Se quedó pasmado. Había tenido muchas noviecitas, pero nunca había reaccionado así frente a una chica: le temblaba el cuerpo y le transpiraban las manos. Apeló a sus típicas artimañas cuando ella pasó por su lado: “¡Chau, Princesa!”, le dijo. Minutos después habría de lamentarse esas palabras tan torpes. Ella se dio vuelta, lo miro, le hizo una expresión de enojo (que a el le pareció encantadora) y siguió caminando. Indiferente como el hielo, imperturbable como el mármol. Esa noche no pudo conciliar el sueño: pensaba en sus ojos, tan únicos, tan bellos, tan “raros”… Sin saber por qué, le palpitaba fuerte el pecho, y se durmió con una sonrisa en los labios después de imaginarse cientos de veces el rostro de esa chica que había conocido. Ya no quería robar nunca más. Soñó que la invitaba a comer un helado de frutilla y a mirar las luces del Bulevar San Juan. Entonces, Una luz acogedora se apodero del humilde cuartito: esa luz venia del corazón de un chico, como cualquier otro, como nadie. Actividades: Análisis Textual: Este tipo de relato es un …………………………………………………………………………………………………… (completa según corresponda: novela-cuento-poema-guión de teatro). Se trata de un texto literario de tipo ………………………………………………………………………………………………..(completa según corresponda: lírico-dramático-narrativo). Es un mensaje …………………………………………………………………………………………… (lingüístico, no lingüístico). Se trata de un texto donde predomina(n) la (s) trama (s)…………………………………………………………………………………………………………... (narrativo-descriptivo-argumentativo-expositivo-instructivo-conversacional). Nota: Puede ser más de una. El narrador es de tipo………………………………………………………………………………………………………. (completa según corresponda: testigo-omnisciente-protagonista).

 Lecto-comprensión:
¿Por qué Cheny se sentía “la rara” del curso?
¿Por qué no tenía amigos en el colegio? ¿Qué tragedia le había ocurrido? ¿Qué era lo que más le gustaba hacer a Cheny? ¿Cuál es la tragedia de Tomy? ¿En qué se parecen y se diferencian Tomy y Cheny?


La disputa 

Como no tenía muchos amigos, no tenía –por ende- muchos invitados en su casa. Cumplir quince anos no la entusiasmaba ni en lo mas mínimo, le parecía que era un día más, igual que todos… Esa mañana bajo a desayunar con su padre y sus hermanos. Sus hermanos, al igual que ella, eran adoptados: Mariano, el mayor de 17, fue adoptado a los quince; Efrain a los cuatro (ahora tenia 8) y Elizabeth, la mas pequeña, desde que era un bebe de dias (ahora tenia 6). La cuestión es que ese día toda su familia la saludo y felicito por su cumple, y eso no pudo menos que provocarle una sonrisa.

Su papá esperaba celebrar una gran fiesta aquel día, pero Cheny ya le había dicho que no estaba muy interesada en ello. De todos modos accedió a cenar con su padre y hermanos y un par de colegas mas, invitados por éste. Se puso un vestido negro que le llegaba hasta las rodillas y una hebilla en el pelo que le cubría hasta la cintura. Apenas se puso un poco de color en las mejillas cuando se vio al espejo: tenía la piel “demasiado blanca”, pensó. La cena transcurrió bastante tranquila, salvo por una disputa que tuvieron sus hermanitos entre medio, que ocasionó el regano de su padre. Nada de mucha importancia. Pasaron al salón de la gran casa a bailar el vals. El primero en bailar con ella fue su padre, Cristhoper. Lo hizo con mucha gracia y, a continuación, le dio un gran beso y un fuerte abrazo. Después, con mucha timidez, su hermano la saco a bailar. La piso un par de veces y rieron ambos de buena gana por el papelón. Cuando ya daban las doce de la noche, y después de haber abierto todos los regalos de los invitados, busco a Mariano para charlar con él. No lo encontró por ningún lado. Salió al jardín y camino hasta la entrada de la casa, a lo lejos lo vio que doblaba la esquina, algo le dijo que tenia que seguirlo. El joven quería “tomar aire fresco”, la casa lo asfixiaba, le propuso ir al centro de la Ciudad y no al tranquilo bar de siempre en el Cerro de Las Rosas, donde vivían. Si bien ella era menor, tenia para con el cierta actitud maternal o de protección, porque este siempre se metía en problemas que fastidiaban a su padre y ella trataba, a toda costa, de evitarlo. Accedió a ir con él. Tomaron el N3, y siguieron caminando por la Bajada Alvear hasta divisar a lo lejos su destino: un boliche situado en un edificio bastante deteriorado. La calle Libertad estaba bastante sucia y descuidada. Un muchacho los intercepto y quiso robarle a Mariano, quien se resistió y recibió una fuerte golpiza a cambio. Tenía la cara algo lastimada y le brotaba un poco de sangre. Cheny intento interponerse entre ambos jóvenes para parar la pelea: era corajuda y no le tenía miedo casi a nada. Pero alguien la agarro por la cintura y se lo impidió: “¿Que haces? ¡Tene cuidado!” le dijo con una tonadita rara. Todavía la sujetaba entre sus brazos cuando ella, enojada, se dio vuelta para mirarlo. Le vio cara conocida. Recordó que era el chico que la había piropeado cuando salió a caminar por el centro a la mañana: “¡Mi hermano esta en peligro!, ¡hace algo!” le dijo furiosa. En el piso, otro joven golpeaba a Mariano mientras le prodigaba algunos insultos en “dialecto cordobés”. Tomy se interpuso entre ambos y defendió a Mariano, preocupado porque Cheny lloraba y gritaba sin parar, agarrándose la cara con ambas manos. El mayor del grupo, el “regente” de la banda delictiva, termino con la contienda y le devolvió una mirada furiosa a Tomy. Cheny corrió a abrazar a su hermano: “¿Estas bien?”. “Estoy bien”, le respondió este. Le hizo muchas preguntas, pero el le dijo que en esas condiciones no estaba dispuesto a responder nada, que mañana hablarían. Las cuadras que la separaban de su casa, las caminó abrazada a su hermano. Le fastidio mucho el chico aquél: lo había puesto en peligro: ¿en que clase de cosas andaba metido? Encima tuvo el tupe de sostenerla de la cintura cuando quiso parar la pelea. La estrechó muy fuerte, pudo sentir que sus brazos casi la sofocaban… “¿Quien se creía que era?” Ayudo a su Mariano a limpiarse las heridas. Afortunadamente, como él dijo, estaba bien y nadie mas se dio cuenta de lo ocurrido. Volvieron a su casa, saludo a su padre que aun seguía conversando con amigos en la fiesta y se fue a su cuarto. Se puso el camisón y se acostó: en lo último que pensó fue en el muchacho ese. Le molesto su actitud, pero se durmió con una sonrisa en los labios. Más Problemas La había tenido entre sus brazos. Hasta pudo sentir el olor de su piel. Pero ella le dedicó esa mirada furiosa. Le causó gracia y rió para sus adentros, aún enojada la veía mas tierna, como un niño a quien no le han consentido su capricho. “El Gringo” se enojo mucho con el imprevisto de aquella pelea. Le reprochó a Tomy haber defendido a Mariano, que además –y por si fuera poco- era un “concheto” y por su culpa ahora podían acusarlo ante la policía. Al chico le había robado el celular otro de los “hospedados” de la Galería (el Cara Cortada) que jamás espero que su “víctima” se atreviera a resistirse. Después de esa pelea, a Tomy, sin miramientos, lo echaron a la calle. La galería es pública, pero también había reglas para gozar de ella y ya no era bienvenido allí: lo echaron como a un perro.

Ahora una vez más estaba en la plaza bajo el cielo estrellado, pero por lo menos no tenia que soportar las inclemencias del tiempo, pensó. Sus amigos de siempre, los excluidos también por la sociedad, lo animaron un poco esa noche. Paco consiguió comida por medio de un amigo suyo, dueño de un restaurante y se ofreció a ayudarlo en lo que necesitara. “Sos un gil”, le dijo, aun no podía entender su actitud. Esa noche le costó más que nunca dormir. Pensó en sus padres, en su vida miserable, en la angustia de todos los días y en cuan lejos estaba de ella. Al otro día salió a vender, con sus amigos, los alfajores que habían comparado en el mayorista del barrio con las moneditas que tenia en el bolsillo.

Cuando pasó por la escuela Antonio Huerta se encontró con Mariano, quien lo reconoció y le dijo que lo acompañara hasta su casa, que quería ayudarlo porque estaba muy agradecido con él. Entonces, Tomy, le empezó a hacer un resumen de su vida y Mariano se sintió muy identificado con aquella historia. Mientras caminaban, empezó a caer un aguacero cada vez mas intenso. Las nubes ya se habían puesto negras desde hace unas horas y ahora gruesas gotas caían sobre ambos. “No podes pasar esta noche en la plaza” le dijo Mariano. “Mi casa es muy grande y podes ocupar un cuarto de huéspedes”. A el no le gustó mucho la idea, su casa mas que grande era como un castillo ante sus ojos: un lugar reservado para un pordiosero como el. Mariano insistió y al final aceptó. Entraron por la puerta de servicio, al fondo de la casa. Subieron las escaleras furtivamente.


El cuartito estaba arriba y parecía muy acogedor, su amigo le prestó ropa suya para que se cambiara la mojada. Estaba tan confortado allí que se durmió muy rápido. Una pared lo separaba de ella, aunque no lo supiera. Una voz lo despertó a medianoche, era una voz que le pareció muy dulce, e inmediatamente cayó en la cuenta que era ella la que hablaba y mezclaba el español con un idioma incomprensible: una vez más parecía enojada, discutía con su hermano por lo de la pelea. Como movido por una fuerza interior incontenible se levanto y abrió despacito la puerta de la pieza, apenas para ver lo que pasaba. La luz mortecina del pasillo iluminaba a Mariano y a Cheny. Ella ya se había puesto su pijama de color violeta. El pelo le caía lacio, sobre la cintura. Le pareció que así deberían lucir las princesas de los cuentos: con un piyama violeta y una expresión de enojo, porque así la vio más linda que nunca. Cerro, la puerta sin hacer ruido y se durmió. Lo ultimo que la escucho decir fue “hasta mañana”. Se imaginó que se lo había dicho a él.

Actividades:

  Cohesión: Utiliza los recursos de cohesión para evitar la redundancia (repetición de la misma información) en la siguiente secuencia: Cheny cumplía quince años y no estaba muy entusiasmada. Cheny no tenía amigos en el colegio. Cheny adivinaba sus burlas detrás de ella cuando entraba al curso. Los chicos del curso miraban a Cheny como si viniera de otro planeta. Lo que más les llamaba la atención a los chicos del curso eran sus ojos, sus ojos orientales.

Cuando tenía ocho años, los padres de Cheny llegaron a Córdoba desde Corea del Sur para enfrentar el mal momento económico de su país. Los padres de Cheny, con dinero prestado, armaron una tiendita de ropa en calle 9 de Julio. En un trágico desenlace del destino, unos ladrones armados vaciaron su local. El padre de Cheng quiso avisar a la policía y ello causó la furia del líder de los malhechores, lo que terminó con la vida de los papás de Cheng. En la plaza Estaba cavilando en un banco de la plaza Colón: la venta había sido bastante buena. No podía quejarse. Parecía que el destino se proponía interponerla en su camino. Allí estaba la chica de los ojos orientales, charlando como una amiga. Tenía un pantalón y una camisa a cuadros y llevaba el pelo recogido con una cola de caballo. Él la miraba de lejos. Ella se sentó en un banco y se puso a leer un libro. “Ella me odia, ella me odia…” se decía, pero el impulso pudo más y camino hasta su banco. “¡Hola!, ¿querés un alfajor?... Son tan ricos como vos” (“¡otra vez con su palabras torpes!”, se reprocharía mas tarde). Ella agarro el alfajor y lo guardo en el bolso, junto con el libro. Estaba leyendo “Las Mil y una noches”. “¿Te gusta leer?”: Silencio como respuesta. “Bueno, a mi me gusta, tengo un libro que saque del… (iba a decir “orfanato”, pero no) Es de un chico que lleva una rana al colegio, es muy chévere”. Ella lo miro, tenia los ojos encristalados, pero no de bronca ahora si no de tristeza. “Hoy no tengo ganas de pelear con vos. Se cumple un aniversario de la muerte de mis padres…” “Bueno, mis padres también murieron, algunas cosas tenemos en común…”, suspiro el al recordarlo. Ella sonrió y se le hicieron pocitos en las mejillas. No se sentía incomoda a su lado, sino todo lo contrario. “¿Y vos donde estás…?”, (quiso preguntarle por donde estaba viviendo)… “Yo… no te preocupes, me tengo que ir…” dijo él (¡hubiera querido quedarse horas a su lado en ese banco!) y salió corriendo con su caja de alfajores. Ella lo miro marcharse y sintió pena por el, algo le inquietaba el corazón. La ira ya se había disipado y quedaban emociones mucho más cálidas en su pecho. “Tengo que ayudarlo…”, pensó. Su día pasó sin mayores sobresaltos: estudiar química, francés…A la noche se encerró en su cuarto y se tiro en su cama mirando el techo: odiaba esa sensación de asfixia que le daba cuando sentía que algo andaba mal, le daba bronca. Una lágrima le cayó por la mejilla, aunque ella se esforzó por no dejarla escapar. Después vino otra… Lisi (Elizabeth) entro al cuarto y se acostó a su lado. Ella la abrazo y le acarició el pelo. No hacia falta que se dijeran nada. Antes de dormir, la ultima imagen que se le vino fue la de un joven sentado al lado suyo en un banco. Miradas “Tengo que hacer algo”, se repetía ofuscada entre sus libros de Literatura. Ese día tenía examen. Fue al despacho de su padre y le pidió hablar con el. “¿Tenés algún problema, Cheny”, le dijo este cuando la vió con esa cara de preocupación. “No. Bah… Si, no se…”. “¿Y eso que significa?” exclamó atónito el padre y con una sonrisa. “Bueno tengo un amigo que… necesita ayuda”. “¿Es un amigo del colegio?”. “No… Pero, lo conocí en la plaza, Mariano también lo conoce. Es un chico muy bueno que… necesita un trabajo porque… no tiene a donde ir y pensé que podría hacer algo acá y dormir, tal vez, en un cuarto de huéspedes hasta que… se solucionen un poco las cosas…”. “Mmmm… ¿y por que te importa tanto ese amigo?” replicó este con el ceño fruncido. “Porque yo… lo quiero (¡no podía creer lo que acababa de decir!)… porque yo no quiero verlo mal, me da pena, es un buen chico, papi…” Christopher se sintió conmovido por la solidaridad de su hija y le dijo que lo iba a pensar. A la noche, durante la cena, le comento: “Creo que a lo mejor se necesita alguien para cortar el pasto, arreglar un poco el jardín, desde que tu mamá no esta lo he descuidado bastante. A lo mejor podría hablar mañana con tu amigo, Cheny”. Mariano se quedo atónito. Antes de irse a dormir la increpo a su hermana: “¿Por qué te interesa tanto el Tomy?, ¿que te pasa?”. “Nada, me cae bien, nada mas y además es tu amigo, vos tendrías preocuparte por el”, sentencio muy firmemente. “Si, yo y no vos” le dijo su hermano quien parecía bastante molesto con el marcado “interés” de su hermana por el muchacho. Dio la media vuelta y se fue a dormir. Al otro día ella lo espero en el mismo banco de la plaza. A la una debía llegar y llego con su cajita de alfajores. “¡Tengo que hablar con vos!”, le dijo. El se quedó asombrado por semejante recibimiento. Se sentó a su lado y esta le explico la situación. El acepto hablar con el señor Thompson esa tarde. Era una buena oportunidad, no podía desaprovecharla, pero le molestaba que ella se acercara a el por caridad, no era eso lo que hubiera esperado. El Sr. Thompson le explico las condiciones del trabajo. Tomy sabia bastante de jardinería, lo había aprendido del portero del orfanato donde vivió en Bogotá. Podía usar por el momento el cuarto libre de huéspedes, si así lo necesitaba, hasta que encontrara otro lugar. No obstante, se sintió muy incomodo y avergonzado por la situación, pero la amabilidad del señor lo convenció: “al fin y al cabo no tengo a donde ir, no me queda otra”, se dijo para si. El día siguiente trabajo hasta tarde. Estaba contento, hasta tarareaba una canción colombiana, hacia mucho que no se sentía así. A la noche salió a pasear por el jardín: ¡sus ojos no daban crédito de la belleza y extensión del lugar! Caminando llego a un banco, había una muchacha sentada allí: era ella. “Hola” le dijo muy despacito. “Hola”, le respondió ella con vergüenza. “¿Puedo sentarme a tu lado?”. Su sonrisa fue interpretada como una afirmación. La noche estaba llena de estrellas. Desde lejos se escuchaba un tema de salsa muy movido. “Me encanta bailar, dijo el, ¿y a vos?”. “Bueno, yo… no se mucho” dijo ella, involuntariamente, ruborizada. “Pues, yo te podría ensenar. Párate”. Ella le hizo caso, pero se sentía algo rara y, eso sí, le palpitaba mucho el corazón. El le tomó la mano y se la puso en su hombro, después le entrelazo la cintura con suavidad (no con el ímpetu de la otra vez) y le enseñó el paso típico del “uno, dos, tres”. Desde el “uno” ella lo piso y el se rio mucho, en el “tres” el la terminó pisando a ella y ambos rieron. En un momento se miraron a los ojos. Los ojos de ella eran castaños muy oscuro y brillaban mucho en su tez pálida ahora ruborizada. Los ojos de el, color almendra, también estaban iluminados. Estaban tan cerca el uno del otro que parecían compartir la respiración entrecortada. “Me tengo que ir”, dijo ella subrepticiamente y salió casi corriendo en dirección a la vieja casona. Él se quedo sentado mirando la luna y sonriendo. Se sentía tan feliz que hasta tarareaba un viejo son colombiano, su princesa oriental había bailado con él. Cheny se fue a su cuarto y pensó: “Estuve a punto de besarlo…”. Esa noche trató de convencerse a si misma de que eso no podía pasar. Trató… Porque no pudo dejar de rememorar cada momento en sus ojos y en como lucían esa noche y en esas manos calientes y húmedas que la habían sostenido. Había bailado con su príncipe colombiano. El beso Mariano rendía Lengua ese dia, y como tantas otras veces, no había estudiado nada. A la mañana lo vio “al Tomy”, barriendo la vereda y le dijo: “Che, hoy me hago la chupina y no voy al cole, ¿me acompañás a lo de unos amigos?”. El otro joven lo miro asombrado: “¿Y que es eso que es, eh?(nunca lo había escuchado). Yo estoy trabajando, ahora no puedo”. “Dale- insistió Mariano- Mi papá no esta y no vuelve hasta el mediodía. Vos no te hagas drama”. “No hermano, le debo mucho a tu familia y tengo que ser responsable”, le dijo Tomy. “Ah… bueno… no te olvides que fui yo el primero en abrirte las puertas de mi casa cuando lo necesitabas”. Sonaba a exhortación y lo era, Mariano sabia como manipular a alguien cuando tenia un propósito. Al fin y al cabo, era cierto lo que le decía y Tomy, con cargo de conciencia y algo de preocupación, se vio forzado a aceptar, pero antes le aclaro: “Un rato nada mas, ¿eh?”. Caminaron varias cuadras hasta llegar a un edificio donde vivían los amigos de Mariano: Andrés, Julián y Benjamín que combinaban diversos instrumentos en una banda que combinaba el rock y el cuarteto. “Estamos formando una banda y nos falta alguien que toque la batería. Yo sé que vos sabes tocar los timbales, te vi el otro día con los de mi viejo, esto es parecido. Podrías intentar…” dijo Mariano a Tomy. Y la verdad que mal no le iba con el instrumento, todos quedaron asombrados de su talento tan rápidamente adquirido y lo felicitaron. Parecía que llevara el ritmo en la sangre. Sin embargo, ya eran las 11 y media y no veía las horas de irse y continuar con sus quehaceres. Mariano accedió. Se despidieron los dos del resto de los jóvenes y salieron del lugar. Tomy, con rumbo hacia a la casa y Mariano en busca de otro lugar donde pasar el rato hasta que se terminara el turno del colegio. Iban caminando cuando vieron una chica de uniforme que cruzaba la calle hacia donde estaban ellos: ¡Era Cheny! “¿Que haces acá y no en el colegio?” le dijo a su hermano. “Que te importa… ¿y vos que haces aca?”, le dijo este. “Falto un profe y salí antes”, le respondió esta. “¿Y vos Tomy, lo estás protegiendo? No me lo esperaba…”. “Bueno, nos vamos, no tengo que darte explicaciones”, le dijo Mariano. Y se fueron los dos, dejándola con una expresión de furia, asombro y tristeza mezclada en el rostro. Tomy se sentía abochornado. Camino dos cuadras más con Mariano y, por fin, este se alejo y el torno rumbo hacia la casa de los Thompson. Las palabras de Cheny lo habian herido como pinchazos que le atravesaban la piel. Estaba atormentado por como había quedado enfrente de ella: pudo ver su cara de desilusión.Toda la tarde estuvo pensando en eso. El Sr. lo mando a regar las plantas internas. En un pasillo de la casa se encontró a Cheny, que ya no tenía el uniforme sino una camisa roja y unos jeans: detalles que pueden parecer sin importancia, pero que el grababa siempre en la retina de sus ojos. Otra vez la mirada furiosa, otra vez las palabras emanaban una detrás de otra reprochándole: “¡Lo acompañaste a mi hermano a hacerse la chupina!, ¡sos igual que el!, ¡como pude confiar en vos!...” No sabía que decirle, hubiera querido esfumarse en el aire en ese momento. De pronto sintieron la voz del papa de Cheny. “Espera tengo algo que decirte”, le dijo Tomy, pero no quiero que nos escuchen… “Esta bien”, dijo ella, “yo también tengo muchas cosas por decirte”. Los pasos del Sr. hablando por teléfono se fueron haciendo cada vez mas tenues hasta ya no oírse. “Ahora que estamos solos, te quiero decir que…”. Ella lo interrumpió: “No, yo te quiero decir. Te quiero decir que pusiste en peligro la vida de mi hermano y aun así confié en vos y trate de ayudarte y lo primero que haces es consentir los malos actos de Mariano y me arrepiento de haberte conocido todo esto lo hice porque me caíste bien y porque te quiero y porque… (¡Otra vez lo había dicho y encima enfrente de él!)”. Tenia la mirada brillante, de rabia y de angustia y las palabras le salían así, medio atragantadas. Y el se sentía tan apenado que hubiera querido arrodillarse a sus pies. “Sos…. Sos… ¡un mentiroso!, ¡me mentiste! y….” No pudo seguir hablando... Bajo la mirada hacia el piso. El la sostuvo muy fuerte entre sus brazos. Le tomo la cabeza entre sus manos y le acarició el pelo. Ella todavía estaba enojada, cuando observo sus ojos marrones taciturnos. Entonces, ambos se besaron dulcemente los labios mientras la tarde caía apesadumbrada sobre el salón. En un cuadro de doble entrada señala:


Cosas que le gustan a Cheny                                                               Cosas   que le gustan a Tomy
Ej: navegar por internet                                                                        Ej.: bailar cuarteto    


          

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